
Dicen que las mujeres tenemos una habilidad innata para hacerlo todo al mismo tiempo. Somos las famosas «mujeres maravilla», capaces de atender una reunión laboral mientras respondemos mensajes por WhatsApp, pensamos si nuestros hijos ya llegaron a casa o si tomaron su medicina. Y eso es solo una muestra mínima de lo que sucede en un día cualquiera.
Nos enseñaron —y muchas veces nos lo creímos— que podíamos con todo. Que ser multitarea era una virtud femenina. Pero, ¿alguna vez nos hemos detenido a pensar cuánto nos cuesta esto realmente? ¿Qué precio paga nuestra mente?
No importa si somos madres o no, si estamos en pareja o solteras, si trabajamos fuera o dentro del hogar: la mayoría de nosotras vive con la mente encendida como un motor que no descansa. Personalmente, he llegado a decir: «me duele la cabeza, pero es de tanto pensar». Y no lo digo como una metáfora, lo siento literal. Es un cansancio mental profundo, que no siempre se ve… pero que pesa.
Desde hace algunos años, he decidido estudiar y entender más a fondo la mente y sus mecanismos. He descubierto cómo este exceso de pensamientos, responsabilidades y preocupaciones, si no lo gestionamos, puede llevarnos a estados emocionales de tristeza, ansiedad e incluso depresión. Porque no es solo el cuerpo el que se agota. La mente también se satura, y cuando no se le da espacio para respirar, termina hablándonos a través del malestar físico y emocional.
Hoy quiero invitarte —sí, a ti que estás leyendo esto quizás mientras haces tres cosas a la vez— a que pauses. Respira. Pregúntate: ¿qué pensamientos estoy alimentando? ¿Qué tanto de lo que cargo es realmente mío y cuánto me impusieron? Recordemos que no nacimos para rendir todo el tiempo. Nacimos para vivir, sentir, y también descansar.
A veces, la mayor muestra de fortaleza no es hacer más, sino saber parar a tiempo.
Querida lectora: Hazte una pausa honesta hoy. No para rendirte, sino para sentirte.
Pregúntate: ¿cómo está mi mente? ¿Cuánto me estoy exigiendo? Regálate 3 minutos de silencio, de respiración consciente, de no hacer nada.
La salud mental no es un lujo, es un derecho. Y cuidarla también es una forma de amor propio, de resistencia silenciosa en un mundo que nos empuja a estar disponible todo el tiempo.
Avance próxima columna… ¿Y si no puedo más? Reconocer los signos de alerta emocional en mujeres que sostienen demasiado.